A pesar de que ya han pasado 2 años desde ese marzo de 2020 cuando la pandemia nos encerró entre cuatro paredes, seguimos haciendo listas interminables para intentar volver a nuestra vida anterior, recuperando el tiempo que durante unos meses pareció paralizarse. Nos (casi) olvidamos del agua convirtiendo en un anhelo el olor a cloro tras un entreno, los ánimos de equipo fueron a través de pantallas y el volverse a poner un dorsal un sueño que se alejaba con cada prórroga anunciada en televisión.
El pasado 18 de diciembre, por la tarde, en las instalaciones del Stadium Casablanca, pudimos volver a tachar, de esa lista hecha en pandemia y que nadie pensaba jamás hacer, otro deseo cumplido: la vuelta del 100×100.
Porque, si hay algo que nos gusta a los deportistas, son los nervios de ponerte un dorsal, de competir, de rendir, de darlo todo, de exprimir, de ir a fuego, de sentirlo todo. Pero, la magia de la competición se multiplica cuando es por equipos. No hay unión más fuerte para un deportista que la que se forma tras los kilómetros compartidos, los metros nadados, los pies seguidos y las ruedas cogidas.
Porque si no tienes ganas, ya vengo yo a dártelas. Que si hoy no es mi día, tira tú que te sigo. “Que confíes más en ti, que lo tienes”. “Pásame el relevo que hoy nadamos por todos”. Por los madrugones, la pereza, el cansancio y los cafés. Porque a los deportistas nos gusta competir, pero hacerlo en equipo es otra magia. Más fuerte, más viva, diferente.
Stadium Casablanca reúne en una sola tarde todo lo que nos gusta a los deportistas: competición por equipos y contra otros clubes. Porque competir contra otros clubes crea relaciones que solo la competición puede forjar. A veces antiguos compañeros de equipos, otros pies o ruedas insufribles en competición, enhorabuenas sinceras entre personas que sienten lo que solo este estilo de vida te puede hacer sentir.
Una tarde para dar la mejor versión de ti en 10 series de 100 metros a fuego, a morir. Que la primera y segunda se llevan bien, pero la octava es la fuerza del equipo la que te lleva a intentar seguir consiguiendo tu mejor marca. Porque, esa es otra historia. Los
triatletas que no somos nadadores luchamos por sacar una marca decente con la mejor técnica posible (dentro de nuestras posibilidades). Porque para los que no venimos del agua, eso de respirar mientras tu corazón está arriba no lo llevamos muy bien. Las piernas se hunden, tragamos agua, nos ahogamos en cada viraje y chapoteamos intentando avanzar lo mejor posible. Deslizarnos en cada brazada cual nadadores, como cada miércoles a las 7 de la mañana con las instrucciones de nuestra entrenadora.
El equipo hace la fuerza, pero el entrenador hace la unión. Te saca tus mejores resultados, te exprime cuando hay que hacerlo o te da una palmada en la espalda cuando toca. Porque si el pasado 18 de diciembre sacamos nuestros mejores “cienes” es por ver el orgullo reflejado en la cara de nuestra entrenadora. Esa persona que refleja el apoyo diario y los consejos infinitos.
Y es que, como final de temporada y anuncio de un pequeño descanso para los triatletas, el 100×100 se convierte en la prueba más dura para cerrar el año. Alrededor de 2 horas que dan para sufrir, reponer a base de chuches y plátanos repartidos por los
más pequeños anfitriones, bromear con los de tu equipo, confraternizar con otros clubes y asegurar que “al año que viene no me pillan aquí”, sabiendo, con seguridad, que en cuanto llegue noviembre, el cartel del 100×100 Stadium Casablanca se espera con las mismas ganas e ilusión que la lotería de navidad.